“Vivimos en un mundo en el que el poder más terrible es el ruido.
El silencio es el lujo más caro. Los niños tienen terror al silencio,
pero los mayores también. Por eso nos ponen música en los ascensores.”
(George Steiner).
Parece que estamos acostumbrados al ruido, a las conversaciones, siempre escuchando algo, o nosotros como emisores de sonidos, pero en este momento que me encuentro aquí, sentada escribiendo en mi computadora me doy cuenta que mi mente sigue atenta a cada sonido, es como una cacería sonora, cuando empieza a percibir silencios comienza a buscar fuentes de sonido, ¿por qué no puede estar tranquila ante tan exquisito silencio?
Y entonces me doy cuenta que no puedo silenciar aquellas voces que hay en mi mente, en mis pensamientos, me doy cuenta que el silencio que me regala mi entorno solo es un obsequio para dejar fluir esas voces que no suelo escuchar a menudo, cada idea y sentimiento genera un pensamiento que estalla en mi mente y tiene su propia voz. Será esta la razón del por qué la gente esta tan a acostumbrada al ruido, prefieren evadir esas voces internas con sonidos que les son ajenos, tal vez sea un sentimiento de miedo.
Pero el silencio es ese momento en el que tenemos la oportunidad de reconocernos, de identificar esas ideas a las que no les damos el tiempo de fluir, por eso la noche está llena de personas con insomnio, es cuando nos desconectamos y enajenamos de todos esos aparatos y ruidos que ocupan nuestra atención a lo largo del día, en cambio la noche está llena de silencio, tal vez haya pequeños sonidos, como el canto de grillos o ladrido de perros, pero al conectar con nuestros sonidos internos, pasarán desapercibidos, esas voces unidas con imágenes reales o ficticias pero que al final nos hace liberarnos y autoconocernos, y cuando nuestras voces internas estén silenciadas creo que será el reflejo de una armoniosa conexión de nuestro interior con el exterior, que al fin nuestros demonios han encontrado paz, nuestra paz.
Tania Romero